Monday, January 29, 2018

ALEXANDER SIENKIEWCZ


Alexander Sienkiewicz. Fragmento de un cartel que promocionaba uno de sus conciertos en Brasil  © Fotografías del 
archivo personal de la familia Rechnitzer
Brasil salvó la vida a un virtuoso del piano. Alexander Sienkiewicz
tuvo que abandonar sus estudios en el Conservatorio de Berlín para
 refugiarse en Suiza de la macabra mano negra del nazismo. Su maestro
 Ignacy Paderewski, líder de la disidencia polaca en el exilio y uno de
 los grandes compositores del siglo pasado, lo hospedó en su casa, a
escasos pasos del lago Lemán, donde las interminables partidas de
ping-pong eran la única forma de amortiguar el helaje producto de la
escasez de carbón y leña que atizaba a Europa. Uno de los destinos
 posibles para la huida fue una nación remota llamada Colombia.
El músico polaco dirigió una petición manuscrita, fechada el 12 de junio
 de 1941, al Ministerio de Relaciones Exteriores para viajar en calidad de
 profesor de música. Las autoridades nacionales respondieron el 21
de agosto en un párrafo apretado, donde comunicaban la negativa a su
 petición de entrada al país debido a “las actuales restricciones migratorias”.
La fecha de nacimiento de Sienkiewicz no está clara. En la ficha consular
 brasileña consta que fue en mayo de 1898. Otras fuentes señalan junio de
1903. Todas coinciden, sin embargo, en que fue en Kazimierz Dolny, un
 pueblo de graneros con techos escalonados que miran sobre los
márgenes del río Vístula. Su número de expediente es el 136 y forma parte
 de la lista de ciudadanos judíos de toda Europa rechazados por Colombia
 durante los años más espinosos del Tercer Reich. Se habla de alrededor de
20.000 solicitudes entre 1933 y 1942. La Enciclopedia Judaica indica que
 en ese lapso ingresaron 3.595 judíos al país. Otros estudios suben la cifra
 a 6.000. De cualquier forma, los números son engañosos y dejan vacíos,
 si se tiene en cuenta que muchos entraron con documentos falsos o por
otro puerto suramericano antes de cruzar la frontera ilegalmente. Como el
galerista e historiador de arte Kazimiro Eiger, quien además de haber tenido
que renegar de su fe, y como tantos otros declararse católico, pasó estancado
 una temporada larga en Curazao antes de entrar al país en el 43.





 

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